Airén
En el rincón del tiempo se esconde un suspiro,
Donde la luna observa con su rostro de plata,
Y las estrellas, como secretos, se entregan al abismo
Mientras la noche susurra promesas calladas.
El viento, errante, juega con las hojas caídas,
Bailarinas doradas que no temen el invierno,
Y cada paso que damos sobre la tierra ardida
Es un eco lejano, un recuerdo eterno.
La vida se desliza como un río profundo,
Con aguas claras que ocultan los misterios del alma,
Y en su corriente, naufragan los sueños del mundo,
A veces firmes, a veces débiles, como la palma.
En cada rincón, un horizonte por descubrir,
Donde los días se mezclan con las sombras del pasado,
Y el sol se levanta, dispuesto a partir,
Pero siempre regresando, como el tiempo a lo amado.
Las montañas observan con su mirada sabia,
Consciente de que ciclo nunca se detiene,
Y nosotros, fugaces, atravesamos la vía
De un destino que no pregunta, solo mantiene.
Y el amor, ese viejo visitante,
Se posa en cada gesto, en cada risa,
Como la lluvia que cae de forma distante,
Pero al final, en el alma se eterniza.
Así, en la quietud de la madrugada,
El corazón late al ritmo de un verso perdido,
Y el mundo sigue su danza callada,
Mientras nosotros, soñadores, seguimos vivos.
El tiempo se escurre, como agua entre los dedos,
Pero cada instante se queda en el pensamiento,
Porque, aunque el futuro sea incierto y no ofrezca remedios,
En cada paso, hay un eco de lo que somos, un aliento.
Airén