Mi caballo blanco


Tiene mi caballo blanco
el pelo de terciopelo.
Es feliz, muy simpático,
también alegre y jaranero.
Le gusta el campo verde
y corre detrás del viento.
Pasando por la arboleda
con un pesar muy sincero
dijo que tenía una pena
cuando era potro pequeño.
Entonces me miró triste.
¡Brillo en sus ojos negros!
Que tanto corre y no alcanza
a un gran brillante lucero,
ni con sus largas zancadas,
ni en sus valientes sueños.
Mis sentidos divagaban
abrazando su cuerpo
y le decía con toda mi alma:
“Eso nunca podrás tenerlo,
que hay cosas que no se alcanzan
por muy grande que sea el deseo”.
Entonces él relinchaba
y mis labios les dio un beso.
Así, me miró, lo miré
y el pobre se olvidó de eso.

El jardinero

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